Ackermann, un 'príncipe de la moda' diferente

Por Jeniffer Varela R.

Haider Ackermann dijo hace poco que no se sentía colombiano, pero tampoco francés ni de ningún otro lugar. Pero es visible que sí tiene una raíz: la de su trabajo.

La noche del lunes, como parte de la celebración de los 25 años de Inexmoda, mostró que si es fiel a algo es a su técnica y a su estilo andrógino, que le han dado reconocimiento en el mundo y digno de motes como ‘El príncipe de la moda’.


No fue un evento lleno de parafernalias, pero sí tuvo una antesala con algunos problemas. Aunque sabemos que es un evento al que todo el mundo quería asistir, 800 invitados agolpados en dos pasillos para ingresar a un recinto incomodad a cualquiera, razón por la cual el calor fue un asunto constante.


El otro lunar de la noche fue la asignación de los asientos, que estaban numerados. Pero en las tarjetas no estaban esos números por ninguna parte, entonces habían chicos de Staff con lamparitas (porque todo estaba oscuro) buscando los asientos en medio del tumulto.


Nota adicional: en serio alguien tiene que hacer algo con el dress code de los eventos. A mí en la clase de protocolo me enseñaron a respetar el vestuario, pero veo que mucha gente o no tiene ni idea o simplemente no le importa. Pero es muy maluco que en un evento de moda haya gente vestida de gala o más informal (aunque muchos de los que estaban ahí no tenían nada que ver con moda, pero esa es otra historia). De verdad, hay que hacer algo.


Pero al final todo fue felicidad. Nadie presentó la pasarela (cosa que agradecemos porque nos ahorró accidentes de mala pronunciación) y un humo blanco marcó el inicio del desfile que fue corto, pero realmente maravilloso.




La pasarela comenzó fuerte, llena de cuero negro y las siluetas que lo han hecho reconocido. Pantalones y chaquetas de cortes limpios pero estructurados comenzaron a caminar con las modelos al ritmo de la música (hecha por Leonard Cohen para el evento) algo ceremonial, de sonidos contundentes, que las hizo desfilar en un solo sentido en la pasarela, sin regreso. Piezas ajustadas al cuerpo dieron luego paso a la mezcla que el colombofrancés disfruta más: la yuxtaposición de lo delicado y lo fuerte.




Vestidos de seda en diversos tonos mezclados entre sí, como gris y azul, bronce y rojo, tonos de verde y el inmaculado blanco. La estructura dio paso a trazos más delicados con camisas y pantalones fluidos y vestidos de suave seda envueltos en cinturones o chaquetas de cuero trabajado con detalles.




Fue un trabajo pulido que no necesitó pirotecnia, de un diseñador que se me antoja tan tímido, que a veces resulta parco para otros. Pero él deja que su trabajo hable, y por eso cada vez que vemos uno de sus vestidos sabemos que son de él, sin que nadie nos lo diga.




Al final, se asomó muuuuy brevemente para recibir la ovación del público y así mismo se fue, dejando una gran sensación entre los que estuvimos ahí. Tal vez sea cliché, pero estuvo fabuloso.


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